Historia de vida de Dulfary España. Con el amor de los niños y las niñas se logra todo
Con un amor inquebrantable, dedicación incansable y una entrega profunda, mujeres comprometidas con su labor, entregan sus vidas para llegar a escuelas remotas, recorriendo territorios desafiantes emplean la mejor herramienta a su disposición: la educación.
Valientes educadoras, llenas de un profundo respeto por su noble labor, demuestran día tras día una paciencia inagotable y la sabiduría adquirida a lo largo de los años. Ellas inspiran a niños y niñas en municipios como Policarpa, quien alberga en sus memorias historias de dolor y tristeza debido al conflicto armado que ha trastocado los corazones de sus habitantes durante años.
Cada una de las docentes tiene relatos invaluables para compartir, anécdotas de alegría y gratificación al ver cómo las semillas de conocimiento que han sembrado con devoción y respeto germinan, superando los obstáculos y riesgos de educar en lugares lejanos y apartados. También cargan en sus corazones narraciones dolorosas de un conflicto que les ha estremecido el alma.
Estas heroínas trabajan incansablemente para sanar las heridas de una tierra marcada por el sufrimiento, y lo hacen con dedicación y compromiso para forjar un futuro de paz a través de la educación. Un ejemplo inspirador es el de Inés Dulfary España López, una docente de la Institución Educativa Municipal de Policarpa, cuya vocación fue moldeada desde su infancia por el profundo respeto y admiración que sentía hacia su abuela, María Victoria España Apráez, una maestra ejemplar en su municipio.
Las huellas imborrables de su abuela trazaron el camino para Dulfary, quien decidió abrazar la docencia a temprana edad. Su experiencia inicial, enseñando a 37 estudiantes de primero a quinto de primaria en la Escuela Rural Mixta del Rosal, fue un desafío que superó con valentía, entregándose por completo a una profesión que hoy es su razón de ser.
La mayor motivación de Dulfary iba más allá de formar a excelentes estudiantes, en ella se encontraba también el deseo de acompañar en la noble misión de preparar a jóvenes excepcionales para la sociedad. Su mayor desafío y razón para recorrer largas distancias a pie fue presenciar el crecimiento de estos niños y niñas de primaria, infundiendo alegría, carisma y entusiasmo en sus corazones para estimular su deseo de construir un futuro brillante.
En las sesiones formativas del proyecto “Hay Futuro Si Hay Verdad“, Dulfary sintió la confianza para compartir sus vivencias, narrando su propio proceso de curación y liberación tras los dolorosos eventos que ha enfrentado a lo largo de su labor docente. Lo hizo con profundo respeto, ya que en esas historias residen en la memoria viva de la violencia que ha dejado una huella indeleble en su vida, en la de sus estudiantes, en la de los padres y madres de familia durante los momentos más difíciles del conflicto armado en Policarpa.
“Estos talleres en torno a la construcción de paz, me han parecido muy sanadores porque he podido traer a mi memoria esos momentos de dolor que sufrimos durante la última toma guerrillera, permitiendo que mi alma y mi corazón expresen todo eso que en su momento no pude sacar, como un proceso de liberación”.
Manifestó Dulfary España.
Cada detalle de su relato recreó el doloroso suceso que vivió durante el 19 de marzo del 2001, en el que una toma guerrillera se apoderó del casco urbano de Policarpa. Lejos de su familia y con la única compañía de su pequeña hija, los estruendos de las balas estremecieron su vida y llenaron de angustia su corazón. Consecuencia de este hecho doloroso perdió la vida su sobrino de apenas 7 años, aquel que apenas empezaba a vivir y a quien recuerda con profunda tristeza pues le arrebataron sus sueños a tan corta edad.
En medio de su testimonio, con voz temblorosa y quebranta Dulfary dijo “La pérdida de mi sobrino Andrés me dio muy duro, él estudiaba en la misma escuela en donde daba clases, a pocos días de este cruel hecho, yo quería entrar a clases, pero los niños, niñas y las mamás habían puesto unas flores en el pupitre de mi Andrés. Yo no podía entrar a clase, entonces llegaron psicólogos, quienes junto al profe Álvaro me decían, haga lo que usted necesite hacer. Yo lloraba, lloraba mucho, salí al patio mientras ellos cuidaban a mis estudiantes. Recordaba que a mi sobrino le gustaba jugar y gritar muy fuerte. En ese momento le dije a Dios que me ayudé, que yo no podía caer, entonces grité, mucho, muy fuerte varias veces dije ¡Andrés, Andrés, Andrés!, sentí que era algo que me salía de adentro y solo así pude entrar al salón”.
Salvaguardar la vida de sus estudiantes, ha sido uno de los más grandes desafíos durante el ejercicio de la docencia de Dulfary. Su mayor anhelo es continuar aportando a la sociedad como docente, porque en cada niño y niña encuentra la fortaleza ante los momentos difíciles. Brindarles una formación integral es lo mejor que sabe hacer y lo que le da razón a sus días marcados de penas y alegrías.
Es así como cada docente que ha hecho parte del proyecto Hay Futuro, Si Hay Verdad, a través de las diferentes sesiones formativas, encontró un espacio para narrar sus historias como un proceso de sanación, en donde reconocen la resiliencia tan grande que poseen, lo que permite su propia reconciliación, encontrando la paz en su interior y ratificando esto a pesar de las adversidades que vivencian aun en sus municipios.
“De estos encuentros también me llevó la importancia de conocer el informe final de la Comisión de la Verdad y poder compartirlo con nuestros estudiantes a través de las herramientas pedagógicas que nos compartieron, es de esta manera como podemos continuar con el firme compromiso de aportarle a la paz y la reconciliación desde la educación”
Finalizó Dulfary.